(4) Las ceremonias budistas y el cementerio Okunoin

En la noche del viernes pasado tuvimos una visión del cementerio de Koyasán , llamado Okunoin, siendo ya noche cerrada.

Fuimos con un monje del templo, que llevaba una linterna grande y nos contó historias curiosas, como la de un emperador cuyo ataúd voló y quedó empotrado en un cerezo antes del riachuelo que separa la vida de la muerte, da tal manera que quedó demostrado que ni siquiera el emperador es capaz de resucitar.

También nos contó la historia de Kobo Daishi que al parecer “sigue meditando “ en el cementerio eternamente desde que se murió allá por el año 800 y el caso es que todos los días a las seis de la mañana y a las diez y media le llevan la comida que le hacen los monjes, probándolo previamente para comprobar que está buena. Algunas empresas importantes entierran también allí a sus figuras principales.

Como Juanma se iba a pasar la mañana del sábado en esta localidad decidió darse un paseo por el lugar siendo de día.

La visita nocturna ofreció una imagen espectacular, pero la diurna tuvo también su interés. De noche no veías más allá de la primera fila de árboles o tumbas, pero por la mañana el campo de visión no tenía ese límite. En estas condiciones disfrutó de un enorme cementerio repleto de tumbas y del impresionante bosque de cedros, algunos con ochocientos años. Había grupos de gente recorriéndolo en lo que parecían visitas guiadas y en algunos casos peregrinos ataviados con una especie de chaqueta blanca llena de inscripciones. Estos últimos se cubrían la cabeza con el típico sombrero cónico oriental. También vio familias vestidas de riguroso negro sin duda visitando las tumbas de allegados fallecidos al estilo de la costumbre española.

Las tumbas con imágenes adornadas con baberos, gorros u otro tipo de ropa abundaban por todas las esquinas, componiendo conjuntos insólitos en un cementerio para los ojos de un occidental.

Por la mañana, habíamos madrugado para acudir a dos ceremonias religiosas antes de desayunar a las 7,30. Con el refrigerio hubo unanimidad: a nadie le gustó, por decirlo de manera fina. Había arroz, sopa, jengibre, té y alguna otra cosa parecida a lo de la noche anterior y varias nuevas como una especie de tortilla circular sumergida en agua. Casi todo quedó en las bandejas.

Supimos  después que existe un catering que suministra a los templos de Koyasán, que son en la práctica un centro turístico, lo que explicaría la escasa calidad de la comida. De momento no tenemos casi experiencia en la comida japonesa, pero desde luego la cosa fue muy diferente al día siguiente en Kawarabi-so, el minshuku (una categoría inferior de ryokan) en el que nos alojamosl tras la primera caminata.

CEREMONIAS BUDISTAS

Conviene también dejar un reflejo de los dos actos budistas a los que acudimos. A las 6,30 estábamos casi todo el grupo y otras 50 personas, más o menos (es evidente que el templo tiene más capacidad de la que pensábamos) en el Main temple para la (suponemos) diaria ceremonia de purificación.

Corría a cargo de tres monjes vestidos con una especie de chilabas negras sobre túnicas blancas con bordados y dibujos. El templo era cuadrado y de unos 200 metros cuadrados repleto de una especie de pequeños altarcitos que cubrían la parte central que también tenía objetos en el centro, con todo el conjunto iluminado por la luz de unas velas. Los monjes emitieron una salmodia de recitados y cánticos acompañados por sonidos de gong y platillos ininteligibles para nosotros. Al acabar desfilamos en fila ante una imagen de Buda en la que se hacía una reverencia. Así que estuvimos de lo más integrados.

A continuación acudimos a un templo más pequeño situado en otra parte del recinto. Era visiblemente más modesto y allí tuvo lugar la ceremonia del fuego. En este caso eran dos monjes vestidos con una túnica doble negra y azafrán. Fue algo similar, solo que esta vez el instrumento musical era un tambor y el monje que la dirigía hizo una pequeña hoguera que llenó de humo el recinto. También desfilamos ante Buda. Así que quedamos de lo más purificados para empezar el kumano.

Señalar por último que Koyasán estaba el sábado por la mañana atestado de gente y lleno de autobuses. Daba la impresión de que muchos japoneses aprovechaban el fin de semana para acudir a este enorme centro budista. Tanto que al mediodía había cola en los restaurantes que el día anterior estaban casi vacíos.