sábado, 30 de octubre de 2010

(15) Tifón en Hakone

   
Todo el viaje a Japón se organizó por libre. La única excepción fue la jornada de hoy, contratada con una empresa, la misma que el martes próximo nos llevará al aeropuerto de Narita para regresar a casa. Con esta empresa acordamos que un autobús con un guía  en español nos llevaría a visitar la quinta estación del monte Fuji, algo más que un emblema de Japón, y aprovecharíamos la jornada para conocer Hakone, un exclusivo destino turístico en la costa, un lugar de aguas termales al aire libre y alguna que otra cosa más, incluido paseo en barco por el lago de Hakone y un paseo en teleférico cerca del Fuji tal y como recogen los  folletos publicitarios como éste.
Eso era lo previsto tras un acuerdo cerrado hace ya varios meses. Con lo que no contábamos era con de tifón que hoy se ha abatido sobre esta parte de la costa japonesa, el número 14 de la temporada y ya en fechas no habituales.
El autobús, con el nombre de Ana en el frente y la guía, Noriko, estuvieron puntuales al estilo local: la cita era a las ocho y media hora antes ya estaban en nuestro hotel.
Para entonces llovía fuerte y la cosa iba a peor. Por este motivo Noriko mantuvo varias conversaciones por teléfono mientras abandonábamos Tokyo.
 Poco después confirmó lo que imaginábamos: que la carretera que lleva a la estación quinta del Fuji, el punto más alto al que se puede acceder con vehículo, estaba cerrada por la nieve caída el día anterior y era imposible ir al monte como era nuestro deseo.
Esta es una foto de otra foto con la que tuvimos que imaginarnos lo que era imposible ver.
Un rato después la excursión sufría otra merma ya que el teleférico igualmente se había cerrado por el viento y había dudas con el paseíto en barco.
Por suerte pudimos hacer el último recorrido marítimo del día con todo el barco para nosotros solos  ya que inmediatamente después se cerró la línea,
y aunque en tan malas condiciones confirmamos el maravilloso paisaje de Hakone y su lago, por lo demás bastante parecido al Kumano.
Hubo quien  estuvo a punto de volar.
Noriko, experta en estas lides, improvisó un plan B consistente en visitar un museo cercano de pintura contemporánea japonesa con vistas al lago y al Fuji, monte del que no se intuía ni una sombra pese a sus casi 4.000 metros de altura.

 Por la tarde, también como actividad sobrevenida no prevista, visitamos una fábrica de Kirin, una de las cervezas más populares de Japón, aunque lo que allí se produce es whisky que al terminar degustamos.
Algunos pusieron especial interés en la visita,
Por medio comimos en un restaurante local con unas vistas excepcionales al lago un menú japonés con pescaditos del lago que fue del gusto de la mayoría. Otra vez desde el Kumano nos sentamos en el suelo a  mesas enanas descalzos sobre el tatami y por supuesto con palillos.
El regreso, en medio de un fuerte vendaval y un aguacero enorme, resultó más problemático que la ida. El sueño venció a unos cuantos/as





 Era necesario circular despacio y un accidente provocó una larga retención en la autopista. Sorteamos estos avatares cantando el habitual repertorio de temas populares que Noriko y el chófer aseguraron apreciar. En concreto, afirmó que habían llevado a muchos españoles “pero nunca a un grupo de cantantes”, aunque dudamos que su dominio del español le permitiera intuir el doble sentido de la frasecita.
 También aprovechamos para interrogar a la guía sobre cuestiones relacionadas con la vida en Japón, del estilo de los sueldos medios del país, precio de la vivienda, sanidad, recogida de la basura o la vida política. En su buen español Noriko puso una evidente buena voluntad y nosotros le correspondimos con nuestra felicitación y la dirección del blog para que conozca con detalle nuestro viaje. La verdad es que, a pesar de los elementos atmosféricos desatados, se lo curró para hacernos pasar un día agradable.
Ni mucho menos nos sorprendió que ella no conociera algunos de los lugares del Kumano Kodo que hemos atravesado días atrás en nuestro caminar senderista. Ya nos ha pasado con otras personas con las que hemos hablado aquí y no hay duda de que la popularidad del Kumano Kodo entre los nipones no se parece en nada a la del Camino de Santiago en España.
Al final de la visita a Kirin nos hicimos una foto de grupo con nuestra guía, Noriko.
Llegados de vuelta al hotel, todavía bajo el aguacero aunque con algo menos de viento, nos dimos una vuelta por los alrededores de Ueno, esperando para mañana tiempos mejores....
Al final hemos concluído que el Fuji, monte sagrado, no se ha dejado ver porque quiere que volvamos algún día a Japón...

viernes, 29 de octubre de 2010

(14) Trepidante Tokyo

No será la mayor ciudad del mundo pero impresiona. Con sus ocho millones de habitantes, y más del doble en los alrededores, es una megalópolis tremenda. Hace un rato acabamos de comprobarlo desde la torre del Concello, a la que hemos subido ya de noche.
Es un edificio enorme, de unos 60 ó 70 pisos, y el mirador se encuentra en el 45 al que se llega por un ascensor velocísimo pero interior. Pena. Eso sí, es totalmente gratuito. Respecto a la vista, espectacular al estilo de la de Osaka, aunque en este caso da la impresión de que la urbe no tiene límites, que llega hasta el infinito.
Ayer, tras coger nuevamente el shinkanshen


llegamos a la inmensa estación de Tokyo cargados con maletas y mochilas. Localizar el hotel requirió un árdua operación de lectura de planos .


Hemos estado todo el día callejeando por la ciudad, bueno, por unas zonas muy concretas, y en estas horas hemos comprobado lo complejo que debe ser vivir aquí pese a sus magníficos transportes.
Por la mañana y primera hora de la tarde no había mucha gente en las estaciones de metro y tren urbano, pero después han sido verdaderas turbas. Como había algunas en obras la circulación peatonal era complicada y tenías a veces la sensación de que ibas a ser arrollado. Aquí estamos en el metro, entre la multitud.

No obstante, la esmerada educación de los japos se pone también aquí de manifiesto.
El día anterior, jueves de tarde, tras instalarnos en el hotel nos dimos una vuelta por un área cercana de tiendas tecnológicas en Akihabara. Estuvimos en un centro comercial impresionante por el material que ofrecía y la cantidad de personal que atendía a los cientos de clientes.

No obstante, los expertos del grupo no detectaron gangas que justificaran una compra. Esa tarde llovió a mares y estuvimos a 12 grados con un viento horrible. Nuestra falta de previsión, el frío y el aguacero se juntaron para despistarnos. En otras palabras, que nadie se fijó en la ruta y nos costó dios y ayuda regresar al hotel.
Hoy por la mañana nuestra primera cita fue el mercado central de pescado, en Tsukiji, al que llegamos una hora antes de las once para intentar ver el manejo de los atunes, pero no lo conseguimos.

En cualquier caso fue interesante deambular por un enorme recinto donde venden todo tipo de pescados al por mayor en medio de una gran algarabía. En una pecera  y porque le llamó la atención el hecho de que estaba etiquetado, Feli  localizó el famoso pez globo, que genera una sustancia enormemente venenosa y que al parecer los japoneses utilizan para un dudoso placer gastronómico: toman una pequeñísima cantidad que les adormece la boca y dicen que eso les genera un gran bienestar en parte por el riesgo de que se les vaya la mano con la cantidad y se vayan directitos al otro barrio.???

Nuestras almejas al lado de éstas son unas miniaturas


Después fuimos al área de Ginza, algo así como el Serrano de Madrid pero a lo bestia, un barrio donde tienen su sede las firmas más famosas del mundo.

Una tras otra veíamos las afamadas y carísimas tiendas de Rolex, Hermés, Chanel y cualquiera que se os ocurra.

 Aquí nadie hizo amago de comprar y nos limitamos a sudar para encontrar un cajero (hay muy pocas oficinas bancarias) y para no disgregar un grupo de catorce paseantes, lo que no es ni mucho menos sencillo. Este es el escaparate de un restaurante de la zona muy curioso.

Estuvimos en el edificio de Sony probando algunos de sus productos


La barba de Juanma se reflejaba así en una pantalla



Y estos dos "frikis" también


La estación de Shibuya, donde se encuentra la famosa estatua de Hachiko, era otra de las paradas obligadas.

Hubo quien vio hace años la película con la historia (real) de este perro que acudía todos los días a la estación a buscar a su dueño en los años veinte del siglo pasado. El dueño murió y el animal no se movió de allí durante 10 años esperándolo, alimentado por vecinos de la zona y en la estación ya existe la "salida de Hachiko". Hubo foto en el lugar.

Muy cerca se encuentra el famoso cruce de peatones en todas direcciones por el que transitan, calculan, un millón de personas al día. No las contamos pero por ahí debe de andar la cosa.

Álvaro hizo un curso de intrépido fotoperiodista y se subió con su cámara a un Starbucks para intentar inmortalizarnos mientras algunos lo cruzábamos. Tuvo que pasar por una zona del personal de la cafetería, pero lo hizo con eficacia y soltura y consiguió una foto en la que se nos ve lejos pero no "lost in translation". Por si acaso saludamos.
Las compras finalmente llegaron tras una jornada de contención. Una tienda de regalos en Harajuku fue la elegida y después cenamos en un italiano en Takeshita  moviéndonos a pie.

Aunque al día siguiente madrugábamos para ir al Fuji llegamos al hotel un poco tarde, pero con la sensación de una aprovechada jornada en una ciudad inabarcable.

Tokyo está llena de edificios impresionantes y es un gustazo contemplarlos como este de Audi Forum en cuyo ascensor nos colamos.


O este otro, con forma de cohete




Y esta es una curisosa escultura

jueves, 28 de octubre de 2010

(13) Nara y Osaka, pasado y futuro de Japón


La antigua capital, Nara, es un lugar visitado por casi todos los turistas que recalan en Kyoto, que son la mayoría de los que vienen a Japón. Nosotros le añadimos una parada en Inari y por la tarde, ya de regreso, decidimos echar una visual por Osaka, la segunda ciudad del país detrás de Tokyo. No se cuenta Yokohama, próxima a la capital y que supera los casi tres millones de Osaka, pero que por su proximidad y  por el hecho de que es su puerto se considera una parte más de su gigantesca conurbación.

El día no comenzó bien, aunque haya quien no piense lo mismo. Después del opíparo desayuno del hotel y de que algunos se sacudieran la resaca, cogimos el metro a la estación de tren. Por primera vez en este viaje uno de los miembros del grupo se separó de los demás en la estación de Kyoto. Nadie se dio cuenta de la pérdida hasta que estaban ya montados en el tren que les iba a llevar a Nara e Inari. De inmediato se bajaron y empezó la infructuosa operación búsqueda, sin resultado alguno.
Como suele ocurrir, los móviles no funcionaron en este momento de nervios y confusión. Afortunadamente el despistado se acordaba de que salíamos del andén 10 y al no poder acceder desde el metro (es muy largo explicar el motivo) se salió a la calle, entró por el gigantesco hall y llegó al tren segundos antes de la salida. Por tanto, ni siquiera nos retrasamos. Me permitiréis que no dé el nombre del afectado, ya sabéis que las cosas que ocurren en el camino se quedan en el camino, y por extensión ocurre lo mismo en el Kumano. Además, a Juanma podría no gustarle…….
Pero no creáis que la cosa quedó aquí.

El menosprecio del grupo se repitió más tarde en el tren. Debido al estrés del abandono al perdido le entró un cierto sopor, momento que aprovecharon los demás para cambiarse al vagón contiguo ante la mirada atónita de un pasajero japonés que observaba alternativamente a los escapados y al durmiente.
Cuando después de un buen rato Juanma abrió los ojos en medio de una parada y vió que no había nadie a su lado  se llevó un buen susto y estuvo a punto de bajar . Menos mal que el resto estaba “al quite” y las risas de sus trece “compañeros” evidenciaron que la broma urdida por Alfonso con el activo respaldo de Ana era algo preparado a conciencia.
Volviendo a la faceta turística, en Inari bajamos para ver el templo Fushimi, famoso en todo Japón por sus senderos cubiertos por toriis a centenares.
 
Creíamos que había unos cien pero son muchísimos más, incontables, y han sido financiados por empresas y empresarios que buscan suerte en sus negocios, sin duda algo espiritural en Japón. Nosotros dejamos prueba escrita de nuestros buenos deseos en una tablilla "ad hoc".
De hecho, localizamos la tarifa de precios para instalarlos, desde unos pocos de miles de euros a más de cien mil.
La segunda parada fue Nara, el eje de la excursión. Capital de Japón en tiempos ya lejanos (710-794),  conserva una completa colección de templos.
El más famoso, el que concentra multitudes (y no es una frase hecha) es el de Todai-ji, que alberga una escultura gigantesca del buda Vairocana.
 
Es la imagen en bronce más grande del mundo con sus 16 metros de altura y sus 550 toneladas de peso (132 en oro), y la realidad es que impresiona.
 
El edificio que la acoge está hecho a la medida, con lo que sus dimensiones son también modelo XXL.
Recorrimos el lugar y a la salida nos encontramos con la sorpresa de que unos escolares de visita en el templo nos hicieron una entrevista para practicar su todavía incipiente inglés. Fue una cosa un tanto tierna el esfuerzo de estos chavalitos para explicarnos quienes eran y hacernos unas preguntas.
Llevaban preparados unos “bookmarks” o marcapáginas hechos por ellos mismos para entregar a los entrevistados.
Juanma le dijo a la suya que le pusiera su nombre y la fecha en su guía de Japón para tener un recuerdo, aunque es inentendible.
La verdad es que en todos los recorridos turísticos hemos encontrado multitudes de escolares, casi siempre con uniforme o al menos un gorrito amarillo, muy formales con sus cuadernos tomando notas.
Aquí pasaban, no si cierto trabajo alguno, por un estrecho conducto en una columna de madera que, al parecer, les daba buena suerte.
Por lo demás, el otro gran atractivo de Nara es el enorme parque en el que se encuentra situado.
 
 Es el mayor parque urbano de Japón con sus 500 hectáreas y por el deambulan 1.500 ciervos domesticados que se dedican a pedir comida a los visitantes. Como os podéis imaginar, hacen la delicia de grandes y mayores, y sobre todo de los puestos destinados a vender las galletas saladas que tantos les gustan a los bichos, las shika sembei, que algunos turistas se comen pensando que es una especialidad gastronómica local.
Por Nara nos movimos en bicicleta, sí, en bici, siguiendo las indicaciones de Elena, una sobrina de Ana que estuvo aquí en verano.
 
Hay cierta distancia desde la estación a los centros de interés y de esta forma evitamos una caminata. Aunque el medio mecánico de transporte no ofreció en general dificultades, en algún caso también hubo pequeñas incidencias debidas fundamentalmente a la falta de práctica. Pero con todo muchos las disfrutamos de lo lindo y no hubo problemas que reportar.
A primera hora de la tarde, ya un poco desfallecidos, tomamos una pizza en una terraza del parque, donde  degustamos también cerveza italiana. No sabíamos si hacer una parada en Osaka por aquello de lo difícil de movernos en una megaurbe para unas poquitas horas o volver al hotel a descansar. Finalmente y por suerte elegimos la opción de la visita. Vamos a Osaka a tomar unos vinos!
A unos cientos de metros de la estación se encuentra un complejo y modernísimo edificio llamado Umeda Sky (1993), un rascacielos en cuyo techo se ha instalado un mirador.
Se encuentra a unos 200 metros del suelo y se accede por ascensores y escaleras mecánicas que permiten a ratos ver el suelo.
La vista nocturna de Osaka desde aquí no se nos va a olvidar a ninguno.
No tiene nada que ver con la contemplación de una ciudad durante el día, como la que vimos desde la torre de Kyoto.
Hacía frío y un viento helado, pero dimos varias vueltas a la plaza recorriendo la panorama de la enorme ciudad con sus luces nocturnas. Totalmente recomendable a quien se le ofrezca la ocasión.
También aprovechamos para hacer unas fotos en plan “friky”.
Y como ya era un tanto tarde despedimos el día buscando un restaurante típico para probar el okonomiyaki (la receta de Hiroshima) en versión osaqueña.

Fuimos en metro al barrio de Dotombori, un lugar animadísimo, lleno de gente, de tiendas en largas calles cubiertas, con comercio de lo más moderno (Zara incluido y el otro día vimos en Kyoto Adolfo Domínguez) y bandas urbanas con aspectos extraños (peinados, ropa, zapatos…).
 
 Pensamos que es una buena antesala para Tokyo, a donde vamos hoy. Hemos visto en un rato en Osaka veinte veces más gente que en diez días en el Kumano, y el triple que en Kyoto y las demás ciudades por las que hemos pasado. En el metro y en la estación imponen esas largas y densas filas de gente.
Por cierto, no sabemos qué pasará en el metro de Osaka, pero observamos con sorpresa vagones de metro exclusivos para mujeres donde no pueden entrar los varones. ¿Por qué será?
Volvimos a Kyoto en el tren bala una vez más y vuelta en metro, donde a alguno, después de una jornada tan intensa, le abandonaron las fuerzas definitivamente.